Sobre la soledad
- Juan Antonio De La Rosa
- 3 oct 2023
- 2 Min. de lectura

La soledad, a menudo malinterpretada, es la condición intrínseca del ser humano. Si bien es cierto que nacemos acompañados por el calor maternal, en esencia, venimos al mundo en solitario. A medida que crecemos, reconocemos en otros un espejo de nosotros mismos, una resonancia de nuestros pensamientos y deseos más profundos. Pero, al reconocer nuestra humanidad en otros, parece que olvidamos nuestra solitaria esencia. Los conflictos humanos, en muchos casos, nacen del anhelo de evadir esa soledad primordial y buscar refugio en el reconocimiento ajeno.
¿Qué pasaría si abrazáramos nuestra soledad natural, en vez de huir de ella? El dolor de anhelar lo que vemos en otros, ¿no es acaso una añoranza de lo que dejamos atrás al evitar nuestra soledad? La batalla diaria, ¿no es quizás un esfuerzo por no regresar a ese estado primigenio y preferir la compañía ajena? ¿Es posible hallar el gozo en la soledad?
Hoy, estoy convencido de que la auténtica felicidad radica en reconciliarse con esa soledad. Aunque nos resistamos a la idea, nacemos y morimos solos. La vida, en su vastedad, es una experiencia solitaria. Vivimos desde nuestro propio prisma, y si bien es cierto que compartimos con otros, nuestra vida es una travesía individual e irrepetible.
No obstante, también es cierto que las experiencias colectivas son vitales para nuestra existencia. Apreciamos la compañía, el compartir con otros, pero debemos recordar que son compañeros temporales en este viaje llamado vida. Y es nuestra incapacidad para entender la temporalidad de las relaciones lo que nos aparta de la realidad de que, al final del día, sólo contamos con nosotros mismos.
La vida, con sus altibajos, a menudo se convierte en una distracción, alejándonos de la responsabilidad de construir una relación robusta y sana con nuestro ser interno. Si bien es reconfortante compartir momentos de triunfo o dolor, ¿Qué ocurre cuando enfrentamos el silencio y la soledad?
La felicidad compartida se amplifica, al igual que el dolor se amaina. Sin embargo, no siempre encontraremos alguien dispuesto a compartir nuestra carga. En esos momentos de introspección, cuando las palabras carecen de eco y sólo queda el susurro de nuestros pensamientos, es cuando la esencia de "llegamos solos y solos nos vamos" cobra significado. Es en ese instante que comprendo la importancia de estar en armonía con mi soledad, de cruzar ese desierto en mi propia compañía y al emerger del otro lado, ofrecer una versión más auténtica y enriquecida de mí mismo. La soledad no es un castigo, es una condición. Es mi tarea aprender a coexistir con ella y, a través de ese proceso, crecer.
Comments